Actualidad | política

Socialismo en Cuba versus la falacia capitalista de la libertad

Un niño de Cuba no puede comprarse un iPad, pero puede estudiar y puede crecer sano. Un niño que busca comida en los basurales del CEAMSE tampoco puede comprarse un pasaje a Disney. Pero es libre. Lo es, al menos en un mundo donde la libertad se mide en la capacidad de consumo y no en niveles de bienestar.

Seamos libres, que lo demás sí importa. Se robaron todo, vaya que se lo robaron. Como detrás (o a la par) de cada saqueo económico hay un saqueo cultural, desvalijan ahora a la "libertad". Habían desguazado el concepto "patria", vaciaron "pueblo" para reemplazarlo por "gente". Ya no ajustan, hoy sinceran.

"Cuba, claro; Fidel, entiendo. Pero, ¡ah, la libertad!". El significante vacío para ocupar el vientre del Caballo de Troya. Sólo que no hay ardid. El engaño lo realiza un mago de guante negro. Se le notan los trucos. Pero la claque aplaude, programada para eso: hay que cambiar, no importa hacia dónde, pero todo está permitido menos sacrificar la libertad.

Tato tiene diez años y apenas comprende lo que lee. Va a apoyo escolar. Si la fortuna lo acompaña, si él ayuda con su esfuerzo, podrá terminar la primaria, luego la secundaria y de allí ir a la Universidad. Brenda, más grandecita, ya le demostró que se puede, ocupando la silla de un aula de la UTN. Los dos viven en la Villa 31 de Retiro. Si hubiesen nacido en Estados Unidos, hubieran tenido que pagar una deuda promedio de 29.000 dólares (fuente: BBC) al recibirse, unos 435 mil pesos. Serían libres, claro, siempre que tuvieran dinero.

Un niño de Cuba no puede comprarse un iPad. Ergo, no es libre. Pero el niño de Cuba puede estudiar y puede crecer sano. Un niño que busca comida en los basurales del CEAMSE tampoco puede comprarse un pasaje a Disney. Pero es libre. Lo es, al menos en un mundo donde la libertad se mide en la capacidad de consumo y no en niveles de bienestar.

"Entonces, que se vayan a Cuba", replicará el coro de indignados. No se trata de mudarnos o no a Cuba, se trata de replicar mil Cubas en aquellos aspectos donde la isla demostró haber actuado con eficacia. Y si no podemos hablar de Cuba porque para eso debiéramos antes regalar todos nuestros bienes al Estado, que tampoco hablen de libertad o República aquellos que, por ejemplo, evadieron impuestos y cometieron delitos durante tantísimos años. Burlaron la ley y defraudaron las arcas públicas y no se arrepienten por imperio de la moral sino por beneficio de la renta. Y si insisten con la mudanza, compartamos vuelo: yo bajo en Cuba, que ellos bajen en Haití, donde el capitalismo exhibe su habitual predisposición para combatir la pobreza.

Hay que hablar de Cuba. Hay que hablar de esa experiencia política hay que analizarla, discutirla, re pensarla. Hay que dimensionar la importancia de ese intento en la magnitud del enemigo que enfrenta. Hay algo en La Habana que molesta a los más poderosos. Solo por eso ya tendría sentido la empatía. Cerquita del malecón ya lo había escrito con más belleza una de las voces mayores del continente: "Lloran niños dormidos, bien arropados, en la eterna ilusión de salir mejores. Pero nadie se salva del pie forzado: hay que crecer bailando con sinsabores. El sistema invisible tendrá su precio, su frontera y tamaño, su analogía. Dios le llaman algunos, otros Comercio, más para mi es el Reino de Todavía".  



Temas

Dejá tu comentario