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8M: la resistencia, los reclamos vigentes y la violencia en una esquina del Congreso

El Paro Internacional Feminista salió a la calle con toda la furia. Los acontecimientos de las últimas semanas cargados de una brutal -y creciente- violencia de género nos sacudieron otra vez. Multitudes, gestos, hermandad y sororidad resonaron en cercanías del Congreso, mientras un varón cisgénero se violentaba con su expareja a metros de la manifestación. Contradicciones en un día de lucha.

Foto: Rocío Bao
Foto: Rocío Bao

Multitudes coparon las calles aledañas al Congreso de la Nación mientras avanzaba la tarde del 8 de marzo, para sumar fuerza al Paro Internacional Feminista con reclamos que desde 2017 nos sacaron a la calle de forma masiva, para hacernos sentir, para hacernos escuchar, para transformar el deseo en realidad, a fuerza de lucha y hermandad.

El grito de mujeres cis, lesbianas, travestis, trans y no binaries hicieron temblar el suelo, y los carteles sostenidos y los reclamos que se pronunciaban en canciones al unísono, daban cuenta de que aún hay muchas deudas con nosotras y nosotres: desde la eliminación de la brecha salarial, al nudo en el estómago hecho pedazos por cada violación, abuso y femicidio, hasta la reforma judicial feminista.

Foto: Rocío Bao
Foto: Rocío Bao

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Pero mientras miles transformaban el grito en resistencia y alegría (porque también es válida la risa en la lucha, porque nos salva, nos hermana y nos alivia la carga) a solo metros del Congreso, un varón cisgénero le exigía a gritos a su ex pareja que le diera la plata que ella había ganado ese día en su trabajo, además quería obligarla a que se vaya con él, y la policía que miraba parada y no hacía nada. La mujer con su hijo adolescente -que  la apoyaba y enfrentaba como podía a su padre- se sentó en una esquina, con la presión baja y el abrazo y la ayuda de algunas chicas que fueron a asistirla. Le pidieron intervención a agentes de la Policía de la Ciudad, quienes respondieron que lo hacía el hombre no era delito, aunque se les explicó que la violencia de género sí lo era, y la mujer víctima les dijo que ya tenía realizada una denuncia, que por favor se lo llevaran. La respuesta policial fue nula. Sólo atinaron a "calmar" al hombre hablándole, pero nada surtía efecto. Y entre la inacción e ineficacia de una institución policial que de género no entiende nada, la joven le dio mil pesos al agresor (que la había esperado en la esquina de su casa porque conoce sus horarios laborales), y recién ahí se retiró.

Foto: Rocío Bao
Foto: Rocío Bao

Asimismo, la fuerte presencia de varones cis en las organizaciones sociales que fueron a marchar fue un dato, por lo menos, llamativo. Sobre todo, teniendo en cuenta todas las violencias y violaciones que cobraron fuerte repercusión en los medios y en la sociedad durante las últimas semanas.

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Falta mucho, lo sabemos. La deconstrucción no es un camino fácil, sobre todo cuando quienes tienen que hacerlo, vienen con siglos de privilegios sobre sus espaldas y un ejercicio de comodidades a las que no quieren renunciar. Pero nosotras y nosotres ya nos hemos abierto paso, a la fuerza, a los codazos, con academicismo o sin él, hemos conquistado derechos que nos han costado vidas, miles de vidas, de pibas y pibxs que ya no están, pero seguimos para que el Ni Unx Menos sea una realidad. Y también nos seguimos preguntando por Tehuel, ¿dónde está?

La formación con una verdadera perspectiva de género en las instituciones judiciales, de seguridad y gubernamentales constituyen una real urgencia respecto a la profundización de contenidos y ejercicio, sin dudas, mucho más urgente que entregar un arma reglamentaria a un agente policial.

Foto: Rocío Bao
Foto: Rocío Bao

Mientras tanto, seguiremos saliendo a las calles, conversando -en la medida de lo posible- con varones para que comprendan la emergencia, seguiremos reclamando a las autoridades, a los gobiernos y a quien sea necesario que el patriarcado no va más, para que se caiga a pedazos mientras lo derribamos, porque "la revolución será feminista o no será".



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