Las furias: cuando el cine de género muta a parodia involuntaria

Una pareja en plan Perdita Durango (aquel gran opus de Alex de la Iglesia) atravesada por algún guiño a los Natural Born Killers de Oliver Stone parece huir a ninguna parte. El muchacho del dueto, antes de eso, sale de la cárcel y la cámara lo registra cruzar la puerta y caminar hacia lo que parece ser la libertad. Corte. Una estación de servicio de mala muerte, un mostrador vacío y un fulano que a unos metros habla por teléfono. El fulano, segundos después de que nuestro coprotagonista-antihéroe llegue al lugar, cae degollado en manos de quien recién salió de prisión.

Con algunos tropiezos de dirección y guion pero con promesas de cine de género arranca Las Furias, film de Tamae Garateguy (la misma de las muy interesantes Pompeya y 50 Chuseok), que después de su estreno en streaming de 2020 aterriza por primera vez en salas.

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Pese a los guiños mencionados y a otros que aparecen a lo largo de los 70 minutos que dura el derrotero de Guadalupe (Guadalupe Docampo) y Leónidas (Nicolás Goldsmith), sin embargo, Las Furias se queda en el bosquejo de una épica ultraviolenta pero con pretensiones de concientización sobre temas como la violencia de género y el sojuzgamiento que viven los pueblos originarios.

El cine de género en la Argentina adquirió en las últimas dos décadas un estatus que no tenía, que se le venía negando desde la industria (INCAA y distribuidoras, nada menos) y que hoy lo ubican como una de las opciones frecuentes en las pantallas. Allí está cada año el BARS para ratificar la importancia de un cine cruzado por la posmodernidad y sus extremos, sus obsesiones y su implacable visón freak del mundo y alrededores.

Casi nada de todo eso sucede en Las Furias, que por un lado inicia una búsqueda de la otredad (básicamente por su cruza del western con la ultraviolencia) y por el otro no puede salir de los problemas que se planta en el camino a fuerza de decisiones de guion y dirección que la sumergen en la parodia involuntaria.

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Parte de lo antedicho está resumido en el personaje que le tocó en suerte a Daniel Aráoz (que suele ofrecer performances memorables), quien a fuerza de un guion encorsetado en gruesas bajadas de línea no puede salir de los márgenes de la caricatura. El terrateniente-villano del film abusa de su hija y maltrata a los habitantes originarios de la zona, características que en ninguna de las escenas que le tocan protagonizar le dan volumen al hilo dramático de la trama debido, justamente, a las remarcaciones de las palabras y lo gestual. 

Algo similar sucede con el resto del elenco, sobre todo con la pareja protagonista, que parece deambular entre la ausencia de la dirección de elenco y la sobreactuación, matizado todo esto con motivaciones de sus personajes que no se sostienen en el guion, que no aportan al desarrollo narrativo, o peor, que hacen del relato un camino pedregoso que el montaje final tampoco logró enmendar.

Puede decirse a favor de Las Furias que, luego de unos minutos de comenzada, la propuesta se transforma en una atendible pieza de consumo irónico tanto como juego de referencias fallidas a obras como las antes citadas u otras como películas homónimas de aquí, de allá y de todas partes, además de Danza con lobos, Django sin cadenas o incluso la célebre novela de Gabriel García Márquez "La increíble y triste historia de la inocente Eréndira", algo que, en el marco del desatino general y con la entrada ya pagada en boletería, no es poco.

Las furias Argentina, 2019. 70‘ Dirección: Tamae Garateguy. Guion: Diego A. Fleischer. Música: Sami Buccella. Elenco: Federica Cafferata, Guadalupe Docampo, Daniel Aráoz, Juan Palomino, Susana Varela. 

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