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Los Ovnis de Perón: imaginación popular y ciencia en la Argentina de los '50

Entre la fascinación por el espacio y el fervor político del primer peronismo, Argentina vivió una época en la que los ovnis y los avances científicos se entrelazaron en un diálogo sorprendente. Este artículo explora cómo la cultura popular y el Estado se encontraron en un territorio inexplorado de creatividad y misticismo.

Entre 1946 y 1955, la Argentina de Juan Domingo Perón se encontraba en un punto de inflexión. En un mundo recién salido de la Segunda Guerra Mundial, donde el optimismo científico comenzaba a florecer, la ciudadanía buscaba un espacio para expresar sus inquietudes y aspiraciones. En este escenario, los ovnis emergieron como un fenómeno cultural que trascendió las fronteras de la ciencia, integrándose a la narrativa nacional de un país en transformación.

A fines de 1951, Perón realizó una convocatoria pública para que el pueblo presentase proyectos e ideas en el marco del Segundo Plan Quinquenal. La ciudadanía reaccionó haciendo llover cartas al presidente. Se llegaron a recibir más de veinte mil, entre las que muchas de ellas versaban sobre la floreciente pasión ovni.

La cultura popular, alimentada por la cobertura mediática del fenómeno ovni, encontró eco en las misivas enviadas al presidente. Las cartas, que superaron las veinte mil, se convirtieron en una vía de comunicación en la que la población proponía desde cohetes hasta "platos voladores". Este diálogo epistolar no solo reflejaba un interés por lo desconocido, sino que también manifestaba un deseo de involucrarse en los avances tecnológicos del país.

La Era de los Platillos Voladores
El término "platillo volador" se popularizó en 1947, cuando un piloto estadounidense reportó la presencia de objetos voladores no identificados. En Argentina, la cobertura mediática pronto intensificó la fascinación colectiva. En julio de ese mismo año, el diario La Razón planteó diversas teorías sobre el origen de estos objetos, desde aviones secretos hasta naves extraterrestres, alimentando un fervor que rápidamente se convirtió en parte del imaginario nacional.

Este interés no se limitaba a la curiosidad; se trataba de una búsqueda de significado en un contexto marcado por la Guerra Fría y el miedo a lo desconocido. En palabras de Jorge Luis Borges, quien prologó Crónicas marcianas de Ray Bradbury, la ciencia ficción comenzaba a vislumbrar un futuro donde los viajes espaciales eran una posibilidad, no un mero sueño.

La Espiral de la Imaginación
Las cartas enviadas a Perón no solo incluían propuestas de tecnologías avanzadas, sino que también reflejaban visiones más amplias, que fusionaban ciencia y espiritualidad. Desde un "fisico-termodinamista" de Brasil hasta un inquieto artesano que describía un aparato basado en la rotación terrestre, cada misiva era un testimonio del imaginario colectivo que buscaba trascender la realidad.

Un ciudadano de Entre Ríos, en un tono apocalíptico, sugería que los platillos voladores eran naves de otros planetas. Esta conexión entre los ovnis y las inquietudes místicas de la época revelaba un deseo profundo de entender el lugar del ser humano en el vasto cosmos. Para quienes deseen más información y detalles sobre estas misivas, las mismas fueron revisitadas y rescatadas por Hernán Comastri, Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, Becario Postdoctoral del Conicet en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” y docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Vale la pena guglear e interesarse por esta enorme tarea.

El Estado como Impulsor del Sueño Espacial
En el contexto del Segundo Plan Quinquenal de Perón, el interés por los ovnis se transformó en un campo fértil para la participación ciudadana. La administración peronista, al abrir un canal de comunicación directa con el pueblo, fomentó un ambiente donde la ciencia y la tecnología eran vistas como vehículos de progreso. Las propuestas sobre ovnis se integraron a la narrativa del desarrollo nacional, como si el país pudiera proyectarse hacia el futuro a través de sus sueños e inventos.

Sin embargo, a medida que la década avanzaba, el optimismo se tornó en cautela. En 1948, se empezó a cuestionar la existencia de vida en otros planetas, y a finales de la década, el espacio en los medios dedicado a la exploración espacial comenzó a disminuir. Esta evolución reflejó un cambio en la percepción de la ciencia y la tecnología, donde la fantasía y la realidad comenzaron a divergir.

La Influencia de la Guerra Fría
La tensión de la Guerra Fría también permeó el discurso sobre los ovnis. Algunos intelectuales y científicos interpretaron estos avistamientos como un velo para encubrir experimentos militares y tecnológicos secretos. El clima de desconfianza y paranoia se fusionó con la imaginación popular, haciendo de los ovnis un símbolo no solo de curiosidad científica, sino de las inquietudes de una sociedad que buscaba respuestas en medio de la incertidumbre global.

El ingeniero argentino Teófilo Tabanera, por su parte, se convirtió en un pionero de la astronáutica local, estableciendo la Asociación Argentina Interplanetaria y publicando sobre la exploración espacial. Su labor evidenció que, a pesar de la creciente cautela, la pasión por el espacio seguía viva en el corazón de muchos argentinos.

La Huella de una Época
El fenómeno de los ovnis en Argentina durante los años 40 y 50 no fue meramente un capricho de la cultura popular; se convirtió en un espacio donde la ciencia, la política y la espiritualidad se entrelazaron de manera compleja. Las cartas a Perón no solo representan un momento de efervescencia cultural, sino que también son un archivo que documenta las aspiraciones de una sociedad en transformación.

La influencia del primer peronismo y el contexto internacional lograron que los ovnis se convirtieran en un símbolo de la creatividad popular y la búsqueda de un futuro mejor. A medida que los proyectos espaciales se concentraban en manos de Estados poderosos, el fenómeno ovni se mantenía abierto a la interpretación y la imaginación, dejando una huella indeleble en el imaginario colectivo argentino.



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