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"La memoria es como el agua": cuentos que calan hondo

Sandra De Falco narra el complejo vínculo entre madres e hijas, la soledad, la pérdida y la infancia en once historias editadas por Indómita Luz.

Tapa del libro.
Tapa del libro.

En solo once cuentos, el estilo de Sandra De Falco se fragua novedoso en torno a los muchos temas que aborda; no amortigua nada, deja al lector en un estado de knockout y ensimismamiento. Si bien tiene publicados algunos cuentos y traducciones, La memoria es como el agua es el primer libro de la autora. Forma parte de la colección de narrativa breve de Indómita Luz, una cooperativa editorial organizada desde la UTEP.

Las historias se pasean entre lo significativo de las raíces en las personas, los juegos y la curiosidad de las infancias —teñidas por el lente nostálgico de la mirada adulta— y el vínculo entre madres e hijas, por mencionar algunos tópicos. Así, desde el punto de vista de los personajes se narra la soledad, el abuso sexual, la locura y la violencia, el miedo y el abandono que los envuelve y que transitan a sus modos.

De Falco domina el lenguaje de los cuentos, casi todas sus ideas germinaron en el taller de escritura de Abelardo Castillo, al que se acercó motivada por la curiosidad de empezar a escribir, y en el que descubrió su camino a lo largo de 15 años.

Los escenarios cambian en un viaje incesante; del mar del que parte El temblor, salta al barrio en que transcurre el relato de Cantarás en mi memoria, pasando por el campo donde está la casa de los abuelos en Pericles y las gallinas.

Índice.
Índice.

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El temblor es, quizá, el que mejor representa la capacidad narrativa de De Falco. Construido con distintas capas de sentidos, adhiere a la tesis de que "todo cuento narra dos historias: una visible y otra secreta". Tal es el caso de esta especie de thriller psicológico que cuenta la historia de Violeta, una mujer que, en principio, huye. Se instala como cuidadora de un faro en medio de la nada, con la compañía de nadie más que un vecino, con el que construye un vínculo amoroso. Pero, ¿de qué huye Violeta? Eso habrá de desmenuzarlo el lector, porque todo lo que tenemos son recuerdos fugaces e imprecisos que involucran una psiquis afectada y, nuevamente, la relación entre madre e hija.

La memoria es como el agua no establece negros ni blancos. Su búsqueda es abrirse paso en el relato, las conclusiones se las deja al lector.

El cuento que le da el nombre al libro es uno en que los recuerdos de la protagonista son el elemento crucial. En este, la madre se enferma de Alzheimer, suceso que desencadena el cuestionamiento de la identidad, tanto de la madre como de la protagonista.

Un dato de color es que Ingravidez está escrito por la autora en un momento en que la carrera profesional —abogacía— que había elegido como eje de su vida ya no le calzaba; sino que le pesaba, le generaba más sufrimiento que disfrute. De ahí la extirpación de alma al que se somete su personaje.

La contratapa del libro está escrita por la narradora Sylvia Iparraguirre, quien fue esposa del maestro literario de De Falco, y dice así: "Leer los cuentos de La memoria es como el agua es traspasar las apariencias inocentes de la realidad más cotidiana para acceder al revés inesperado de la trama. Cuentos de fuerza contenida que, como toda buena literatura, provocan la feliz complicidad del lector".

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