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“Una dama perdida”: o cómo cambiar de vida en pleno derrumbe del sueño americano

La novela escrita por Willa Cather hace cien años y reeditada recientemente en Argentina por Mardulce narra, con una contundencia y sensibilidad asombrosas, los días de una mujer que combate los mandatos de su tiempo en un pueblo del oeste estadounidense.

Foto: Infonews
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En 1923, cuando Jorge Luis Borges hacía su debut literario con el poemario Fervor de Buenos Aires, la escritora estadounidense Willa Cather publicaba la novela Una dama perdida y ganaba el Premio Pulitzer por otra que había sido editada el año anterior, Uno de los nuestros. A caballo del éxito, siempre fundado en su prosa exquisita, después publicaría La casa del profesor (1925), La muerte llama al arzobispo (1927) y Sapphira y la joven esclava (1940), entre otros libros. Sin embargo, Cather es un enigma para la mayoría de los lectores argentinos. Por eso, a un siglo exacto de la aparición de Una dama perdida, el sello Mardulce rescata la figura de la autora nacida en Virginia en 1873 con la reedición de esa novela prácticamente desconocida en el país (solo había sido publicada en 1977 por el Centro Editor de América Latina). Sin dudas, un gesto de justicia literaria.

Una dama perdida cuenta la vida de Marian Forrester en un pueblo del oeste estadounidense llamado Sweet Water. La protagonista, una mujer atractiva, distinguida, sociable y hospitalaria, está casada con el capitán Daniel Forrester, un respetado terrateniente que la dobla en edad. El matrimonio vive en una casa imponente en las afueras del pueblo, donde reciben la visita de viejos amigos o colegas del señor Forrester. Si nos guiáramos por los mandatos de esa época (la historia transcurre a finales del siglo XIX), a simple vista nadie dudaría en catalogarla como una pareja feliz, en la que hay una admiración mutua, los roles están bien definidos y son interpretados armoniosamente: mientras Marian se ocupa de los quehaceres hogareños y atiende a los invitados que dicte la ocasión, el señor Forrester centra la atención en sus distintos emprendimientos comerciales. Las muestras de cariño entre ambos son mínimas, es cierto, pero sinceras. Así, sin sobresaltos emocionales ni económicos, va pasando la vida del matrimonio Forrester en Sweet Water.

Impulsada por el respeto y (por qué no) la fascinación que los ciudadanos de Sweet Water tienen por la pareja, la señora Forrester toma una decisión que, en definitiva, será un punto de quiebre en la novela: también abrir las puertas de su casa a algunas personas del pueblo. Entre ellas está Niel, un joven bondadoso y reservado que pronto se convertirá en el hombre de confianza del matrimonio, resolviendo (o al menos, intentándolo) con una madurez apabullante una serie de percances que tienen los Forrester. Es más, digamos que cuando ese mundo de terratenientes y banqueros se desboca y la pareja sufre las consecuencias, Niel se convierte en su única certeza.

“Mordiendo en el vacío”: desenfreno y gastronomía en una novela adictiva

El personaje de este joven es, ni más ni menos, el motor de la novela de Cather, porque en él recae el peso del relato. Niel asume un rol central en la historia, interactúa permanentemente con los Forrester, incide en sus vidas; sin embargo, nunca deja de ser un voyeur. Encandilado por esa mujer adulta y cordial que es Marian, no la perderá de vista hasta descubrir quién es y qué le pasa realmente. Más allá de ciertas situaciones azarosas, resulta innegable que a Niel solo lo moviliza el universo de Marian.  

Uno de los mayores méritos de Una dama perdida se encuentra, precisamente, en la figura de la señora Forrester, porque es un personaje fuera de época que, aún hoy, logra cautivar al lector. Con su novela, Cather se burla del conservadurismo de aquellos años, mostrando a Marian como una mujer adelantada a su tiempo que pugna por romper, no sin dificultad y confusión, con ciertos preceptos patriarcales. Por lo tanto, ¿estamos en presencia de una verdadera heroína? La respuesta solo puede ser afirmativa.   

Escrita sin rodeos pero con suma elegancia, Una dama perdida es una novela entrañable que, como si fuera poco, con sus cien años a cuestas, nos confirma lo que sospechábamos: en este mundo de cambios incesantes, todo sigue igual. Qué pena.

 

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