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Lollapalooza y la juventud como eterno tesoro

No importa qué diga el DNI. La juventud es espíritu y se pone a prueba cada vez que llega un festival. El Lollapalooza es el más grande de todos y por eso vale la pena poner la lupa sobre ello.

Hace calor. Aunque, vale la aclaración, ayer fue peor. Al menos esta vez hay un poco de viento que, si bien levanta polvo, renueva las esperanzas de no morir en el intento de cantar y bailar en la mayor cantidad posible de recitales. El espíritu festivalero es una oda a la juventud eterna, al alma joven que no se detiene ante el calor o cansancio. Y todo eso se puede ver con claridad en cualquier jornada de Lollapalooza. 

“No conocía esta banda pero está buenísima”, le dice una adolescente a su papá. “¿Dónde están los baños? Vamos rápido que quiero hacer valla para los próximos shows!”, arenga otra chica a un grupo de tres que la acompañan. Cuando termina un recital hay corridas entre escenarios, que están bastante lejos entre sí para que el sonido de uno no contamine a otros. Lógico, la naturaleza mete la cola y a veces el viento puede jugar malas pasadas achicando considerablemente el alcance. Pero ahí están: las bandas se suben a tocar puntual, se bajan puntual también y disfrutan tanto como la audiencia de la experiencia. 

La primera vez que Rosalía tocó en la Argentina fue en una edición del Lollapalooza y tras dos Movistar Arena agotadísimos regresó para volver al festival. La mayoría de las bandas tienen ese mismo recorrido: primero en el Lolla y después todo lo demás. De hecho, ayer Villano Antillano anunció que volverá en septiembre y seguramente pueda llevarse como público propio a gran parte de las personas que vio el show en el Hipódromo de Palermo. 

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Pero además de esa gran parte del festival que es conocer artistas, de llegar sin prejuicios musicales, lo que más marca la visita es la sensación de alegría masificada, esa sensación indescriptible de estar en un lugar de cien mil personas todas felices. Porque diferentes serán sus razones pero todo el mundo está feliz (tomando la licencia de la artista brasileña). 

Preparar el outfit para el festival parece ser todo un trabajo al que la mayoría le dedica fulltime. No sólo buscan qué ropa es la mejor para la jornada sino que, incluso, se hacen las uñas con los logos de sus bandas favoritas, se ponen todo el glitter que encuentran y sospechamos que incluso resignan comodidades para verse como se lo imaginaban.

Lo bueno es que en este tipo de eventos no hay que preocuparse demasiado por llevar muchas cosas, ni siquiera la billetera o efectivo porque todo se soluciona cargando crédito en la misma pulsera que usan para entrar. Tranquilamente pueden ir con el celular, la SUBE y llaves de sus casas. Todo lo demás está previsto, está curado: hay kioscos donde comprar golosinas, hamburgueserías y pizzerías. También se pueden conseguir paletas heladas. Las marcas que sponsorean armaron espacios de descanso donde no sólo se recargan energías del cuerpo sino, también, de los celulares. ¿Lugares aesthetic para reels y fotos? Un montón! Empezando por la vuelta al mundo. 

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