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Buena Vibra 2024: una playlist de 10 horas y una Marilina Bertoldi en llamas

Más de una decena de bandas y solistas protagonizaron otra edición del festival más mainstream del indie. Crónica de una jornada marcada por el tic tac de un reloj omnipresente.

Marilina Bertoldi en el Buena Vibra
Marilina Bertoldi en el Buena Vibra

Son tiempos de playlist y canciones que se dejan en cola de reproducción. Los discos son cosa de coleccionistas y el rock sobrevive en gestos. El sueño terminó y, como consecuencia directa o como motor mismo del asunto, los festivales aceleran en la hiper profesionalización por afuera de las inquietudes de artistas y público.

En ese sentido, la nueva edición Festival Buena Vibra, en este 2024 con sede en la Ciudad Universitaria de CABA, constituyó una buena experiencia vivencial de por dónde va el negocio de la música.

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Lo que en la grilla del Buena Vibra aparecía como un listado habitual de artistas con sus correspondientes horarios y escenarios fue, en los hechos, una playlist en vivo de 10 horas de duración por la que desfilaron bandas y solistas en casi todos los casos con muy buen sonido y puesta visual. Pero literalmente uno después del otro, sin respiro.

La apuesta por el tiempo encorsetado genera presentaciones que entremezclan la lógica habitual y entendida de shows cortos con la presencia explícita de un reloj gigante que, al costado de los escenarios, mostraba el tiempo de “vivo” que le restaba a la banda.

Prender un fuego

Quien una vez más rompió el molde fue Marilina Bertoldi, una de las pocas estrellas del rock y pop de acá que tienen cosas para decir en el texto y en el concepto. Y, por la forma en la que se plantó sobre el escenario del Buena Vibra, puede ser pertinente decir que estamos ante la heredera del mejor linaje del rock and roll star system argentino, ese que abrió Charly García y continuó Fito Páez, con links a referentes como Prince o David Bowie o Madonna.

La jornada que reunió a unas 20 mil personas también tuvo en Bertoldi la nota disonante respecto del silencio generalizado sobre los bizarros capítulos de historia argentina que se escriben por estos días. Al promediar su set, la autora de “Cosa mía”, en el marco de una inteligente puesta de luz y colores en pantallas, lanzó un meme que duró un segundo pero bastó para abrir paso al “el que no salta votó a Milei”.

La cara del presidente argentino apareció, a velocidad flash, intervenido con trazos rojos y gráficas que dejaron en claro la posición de la artista respecto del inquilino de la Casa Rosada.

La salida de la artista, que se presentó en formato dúo junto a Eduardo Giardina, fue tan al palo como su concierto. Al finalizar su set notó que le quedaban algunos minutos según el kafkiano reloj que la acompañaba y no dejó pasar oportunidad para gritar algunas verdades sobre el formato sincronizado, que terminó con parte del equipo montado sobre el escenario estrellado contra el piso. Los y las que extrañábamos la rebeldía en el universo rocker local quedamos agradecidos.

Él (nos) mató

Otro punto fuerte del festival fue la imperturbable performance de Él mató a un policía motorizado. Con Santi Motorizado al frente, la banda que nació hace ya 21 años volvió a dejar bien en alto el listón, propio y ajeno, de lo que es un grupo haciendo su música en vivo.

Fue un set de hierro, con los hits y alguna novedad reciente, con pogo leve y el perfume irresistible de los perdedores del pop. 

"El Tesoro", "Yoni B", "El mundo extraño", "Ahora imagino cosas" y "Chica de oro" cerraron un show impecable.

De Rusia con amor y rima

En términos de armado de listas e idea de show festivalero sucedió algo parecido con Conociendo Rusia, la banda que encontró su lugar en la plantilla lírica y melódica del Fito Páez que conocimos luego de "Circo Beat" y en los recursos consonantes del Andrés Calamaro de "Honestidad brutal" y posteriores discos.

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Ese concepto del pop local y un puñado de hits radiales (con "Cabildo y Juramento" como himno y punto en rojo en el GPS de su club de oyentes) le bastan al grupo liderado por Mateo Sujatovich para ponerse en el bolsillo a sus fans, que corearon cada una de las letras como si fuera la última vez.

Interruptus

Ese clímax de los fans, sin embargo, y con perdón de la reiteracion, fue roto en cada ocasión por la lógica de una grilla que forzaba la salida anticipada de la gente al escenario de enfrente, donde la banda o solista que estuviera por tocar esperaba el inicio de la cuenta regresiva para lanzar los primeros acordes.

El resultado en casi todos los casos fue que los artistas tocaban su último tema del set viendo desde el escenario como la mitad de atrás del público emprendía camino a la otra punta del predio.

Pese a las inclemencias del negocio también hicieron lo suyo con soberbia pop los chicos de Usted Señálemelo, que entregaron sus tiroteos de pop lisérgico y música urbana con el profesionalismo que los festivales indie-mainstream requieren. Algo similar se escuchó al momento de Nafta, en el escenario de enfrente, mientras miles de personas iban de una punta a la otra.

Y hubo más

Otros que se destacaron con su mixtura de sonidos de una ciudad cosmopolita fueron los Gauchito Club, a puro groove, fraseo y humos dulces.

Mi amigo invencible en el Buena Vibra
Mi amigo invencible en el Buena Vibra

En el mismo marco, pero desde el costado más indie de las propuestas que sonaron en el Buena Vibra, se ubicó, acompañando la caída del sol, Mi amigo invencible, que mostró algo de su obra sensible y amable pero con el pulso del combate cuerpo a cuerpo contra los males de este mundo.

Quizá por eso su frontman, Príncipe Idiota, fue el otro artista que eligió hacer referencia a los aires que flotan en el país, con una celebración de las cosas que todavía no perdimos en estos meses.

Antes y después

Más temprano, minutos después de las 16, le tocó abrir el festival a Juana Aguirre, que se encontró con un puñado de seguidores perdidos entre quienes se animaban a arrancar la maratón desde el inicio. Le siguieron Fonso, Clara Cava, el pop de amor combativo a cargo de Los Besos y el jazz festivo atravesado por los lujos instrumentales de Vinocio.

El cierre fue, a la medianoche, para El Kuelgue, que sacó a pasear sus canciones atravesadas por mixturas varias en los sonidos y letras ingeniosas y con el abrazo fácil. A modo de bonus se sumó en “Cartas para no llorar” una amiga de la banda, Zoe Gottuso.

Luego, en paralelo a la estampida de quienes buscaban evitar el atolladero habitual de las salidas de conciertos masivos, el cierre ultrasónico de la mano de Peces Raros le puso marcha de guitarras y pulso vibrante a la noche hasta que a las 2 el stop terminó con la fiesta.



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