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Reseña del libro La estirpe, de Carla Maliandi

En esta extraordinaria novela de la narradora y dramaturga argentina, una mujer se golpea la cabeza y pierde la memoria. Con una prosa exquisita y sin caer en obviedades, la escritora relata la borrosa cotidianeidad de la protagonista para referirse, en definitiva, a los sombríos orígenes de nuestra nación.

Foto: Infonews
Foto: Infonews

En La estirpe, segunda novela de la argentina Carla Maliandi después de La habitación alemana, Ana pierde la memoria tras caérsele en la cabeza una bola espejada en plena celebración de su cumpleaños. Despierta en la cama de un hospital y solo tiene una certeza: no acordarse de nada. Pero de pronto, sin abandonar ese estado de puro desconcierto, recuerda que tiene un marido (Alberto), un hijo (del que nunca podrá decir su nombre), un departamento en la calle Bonifacio y el motivo de su internación. No es poco para alguien que acaba de abrir los ojos y aún no volvió a su hogar. ¿O sí?

Para desdicha de Ana, el retorno a casa no hará más que acentuar su confusión. Porque paradójicamente, las distintas revelaciones hechas por Mónica (a cargo de las tareas domésticas y el cuidado de su hijo) y Alberto sobre su vida, más que robustecer su memoria parecen agotarla. Indiferente más que abatida, la protagonista parece inmune a esa catarata de información recibida, pero todo cambia cuando le cuentan que, antes del accidente, ella estaba escribiendo un libro. Más precisamente, una novela sobre la Campaña del Desierto, tomando como eje una historia familiar: su tatarabuelo fue director de banda en el ejército de Julio Argentino Roca. Mientras lidia con su presente brumoso, Ana siente la necesidad (¿o directamente la obligación moral?) de preguntarse por esos primeros tiempos de la nación marcados a sangre y fuego, siendo el exterminio de indios una de las más aberrantes acciones pergeñadas por los devotos de la “modernización”.     

En el libro de Maliandi, la protagonista no sólo intenta recuperar la memoria, sino también las palabras: le cuesta mucho leer y escribir. Los días pasan y ella no progresa, sigue estancada. Con enorme lucidez, la autora recurre a la cotidianeidad nebulosa de Ana para hablar, en definitiva, sobre la identidad nacional. Entre las múltiples ideas que va tejiendo Maliandi mientras narra las peripecias de Ana, hay una -en forma de interrogante- que podría resumir el espíritu de La estirpe: ¿somos un país que nació desmemoriado? Sería imprudente dar una respuesta categórica. Con suma honestidad, la autora no lo hace. Solo basta con lanzar la pregunta para tener algún indicio de dónde venimos y hacia dónde vamos.  

 



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